Olga Rodríguez, periodismohumano.com, 27.06.2010

Entrevista a Malalai Joya, Ex diputada afgana

Malalai Joya en Madrid el pasado jueves

Cuando en 1880 el Imperio británico quiso conquistar el dominio del territorio afgano, estalló la segunda guerra británico-afgana y surgió una resistencia armada local dispuesta a impedir el avance de los colonizadores. Uno de los batallones afganos estuvo acompañado por una joven que sustituyó al portador de la bandera fallecido en un ataque y arengó a los hombres para que regresaran a la primera línea del frente. Destruyeron una brigada británica completa. Aquella mujer se llamaba Malalai y apenas hay nadie en Afganistán que no conozca su historia.

Un siglo más tarde nació en la aldea afgana de Ziken una niña a la que llamaron Malalai en memoria de aquella joven. Quizá debido al peso de su nombre, quizá a la educación libre que recibió, lo cierto es que se convertiría muy pronto en un símbolo de resistencia contra los nuevos ocupantes y sus aliados afganos: los señores de la guerra. Malalai Joya tiene ahora 32 años y toda una historia a sus espaldas.

La conocí en Afganistán hace unos años. Los trabajadores de organismos internacionales, la prensa local y extranjera, los guías que trabajaban con la prensa, todos hablaban de ella. “Es una chica valiente y astuta que se está jugando la vida y eso no merece la pena”, oí comentar a una trabajadora de Naciones Unidas. “Es una loca mentirosa que debería casarse y quedarse en su casa”, escuché decir a varios afganos.

Ya por aquél entonces Malalai despertaba controversia en una sociedad dominada por poderes corruptos y primitivos. Había sido objetivo de varios atentados, estaba en el punto de mira de fundamentalistas y de señores de la guerra que no soportaban las verdades que ella aireaba.

En 2005 logró un escaño como diputada. Recuerdo uno de sus discursos en el Parlamento. Era la más joven de la sala. Acusó al gobierno de corrupto y a algunos de sus integrantes de tener las manos manchadas de sangre. Cargó las tintas contra la presencia de las tropas de la OTAN en el país y exigió un cambio radical en las políticas afganas con el fin de lograr una verdadera democracia.

Algunos diputados se retorcían de rabia en sus escaños. También era notable el rechazo de buena parte de las diputadas, pertenecientes a grupos fundamentalistas o cómplices de los señores de la guerra y dispuestas a renunciar a la defensa de los derechos de su género con tal de mantenerse en sus puestos y de ser aceptadas en una atmósfera de notable hostilidad.

Malalai fue adquiriendo protagonismo internacional y sus enemigos no pudieron soportarlo: Dos años después de haber obtenido su escaño, fue expulsada del Parlamento. Recibió el apoyo de personalidades de ámbito internacional como Noam Chomsky o Naomi Klein. Antes, tras uno de sus discursos, varios congresistas arrojaron contra ella botellas de agua en pleno hemiciclo.

“Hasta que no haya una verdadera democracia en Afganistán sé que no podré recuperar mi escaño”, confiesa.

Ahora viaja por todo el mundo denunciando la farsa construida en torno a la presunta democracia y libertad afganas; ofrece charlas en los cinco continentes exigiendo la retirada de las tropas extranjeras, la convocatoria de elecciones limpias y democráticas y el juicio en un tribunal internacional a tantos criminales de guerra que aún hoy ocupan puestos clave del ejecutivo afgano.

No se acobarda a pesar de las amenazas de muerte que recibe. Tuvo que casarse en secreto. Oculta la identidad de su marido, de sus padres, de sus amigos, para protegerles de posibles ataques. En Afganistán tapa su rostro bajo un burka; nunca duerme en la misma casa y viaja rodeada de un gran grupo de escoltas de su máxima confianza. Solo así ha podido esquivar hasta ahora varios intentos de asesinato.

Malalai Joya en la presentación de su libro en Madrid

Converso con ella en Madrid, donde ha recibido un premio entregado por una revista de ámbito nacional.

“Estoy agradecida por el premio pero desconcertada porque eligieron a Esperanza Aguirre para entregármelo. Yo no sabía quién era esa señora. En la ceremonia dio un discurso en el que elogió las políticas de Estados Unidos en el mundo, defendió una postura completamente opuesta a la mía. Y tras ello me entregó el premio. Nunca me había pasado algo tan surrealista”.

Malalai acaba de publicar en España el libro “Una mujer contra los señores de la guerra” (Editorial Kailas), en el que narra su historia y la de su país y en el que ruega a la población civil de Occidente que actúe contra la política de aquellos gobiernos que sostienen a los criminales de guerra afganos. Es un texto sencillo y apasionante traducido ya en la mayoría de los países europeos y en Estados Unidos.

“TRAED LIBROS EN VEZ DE ARMAS”

“Lo escribí para denunciar que la democracia no se exporta con las armas; ¿Estados Unidos va a traer democracia con las bombas racimo, con el fósforo blanco, o con los bombardeos que matan a inocentes? No lo creo. Ninguna nación puede liberar a otra de ese modo”.

“En Afganistán las tropas de la OTAN han matado y matan a muchos civiles y esto ha creado una gran oposición a su presencia en el país; la reconstrucción apenas existe, la mitad del dinero se ha esfumado a causa de la corrupción, apenas se ha invertido nada en educación, y mi país lo que necesita es educación. Yo le digo a Occidente: ¿Realmente queréis ayudarnos? Traed libros y no ejércitos”.

Escuela de niñas en Kabul, 2004. El 60% de las niñas afganas de entre 7 y 13 años no están escolarizadas (O.R.)

-¿Volverás a la política en tu país?

De momento Afganistán está secuestrado por los señores de la guerra y los talibanes. El gobierno afgano se ríe de la democracia y de la paz. Los ocupantes tejen alianzas con los talibanes, con gente como el mulá Omar o Hekmatyar, están financiando a algunos talibanes. Las tropas extranjeras no derrotan a los criminales porque los necesitan para mantener su estrategia geopolítica y económica en la zona. Mientras esta situación siga así, yo no tendré oportunidad de recuperar el escaño que me robaron. Pero no me rindo.

-Entonces, ¿Cuál es tu estrategia por el momento?

Recopilo documentos que prueban crímenes de guerra y lanzo mensajes en los que pido a la gente que apoye a los míos, a mi gente, a los que no son ni fundamentalistas ni criminales de guerra. Mi gente es democrática, son personas que asumen grandes riesgos y que trabajan por la verdad en todo el país.

-Dime un nombre.

No quiero decir muchos porque solo con nombrarles puedo exponerles a la muerte. Pero te diré uno: Ramazan Bashardost, es un político honrado, un hombre que lucha por la verdad y la democracia. Fue ministro con Karzai pero dimitió indignado ante la corrupción.

-¿Ha mejorado algo tu pais en estos últimos años?

No, no hay cambios en Afganistán. Estamos igual que cuando gobernaban los talibanes. Las mujeres son víctimas de abusos, no tienen libertad, la corrupción campa a sus anchas. Pusieron la excusa de la liberación de las mujeres para ocupar mi país, pero las mujeres no les importan. Esto no lo digo yo sola, lo dicen organizaciones como Rawa (Asociación de Mujeres Afganas Revolucionarias) y lo reconocen muchos observadores internacionales. Tenemos un gobierno con cinco ministros criminales talibanes.

-¿Cuál es tu opinión del presidente, Hamid Karzai?

El presidente sabe todo esto, pero mira hacia otro lado. Me reuní con él en una ocasión. me dijo: “Malalai, tienes que olvidar el pasado, tienes que aprender a perdonar y mirar al futuro”. Y yo le dije: “Si hubieran violado a tu hija y asesinado a tu madre, ¿olvidarías? ¿perdonarías? ¿y si aquellos que lo hicieron ocuparan ahora altos cargos en el poder?”. Algunos señores de la guerra aliados de Occidente son peores que los talibanes: han asesinado, han sembrado el terror, y tratan igual a las mujeres.
Además, en este país nadie ha pedido perdón. “Hay cosas inolvidables e imperdonables”, le dije. Se sintió incómodo, nunca más me volvió a recibir. No se puede despreciar la Justicia de este modo. No se puede transmitir este mensaje de impunidad a la sociedad, porque si no, todo se corrompe. La impunidad del pasado sienta las bases para la impunidad presente y futura.

-¿No te arrepientes de haberte expuesto hasta tal punto que tienes que vivir escondida permanentemente?

No. Mantengo la esperanza, que me la da la gente afgana con la que hablo, los que me apoyan. Hay un refrán en mi país que dice que la verdad es como el sol, siempre termina por aparecer. Confío en que los afganos se levanten y exijan libertad, democracia, justicia.

-¿Qué opinas de la administración Obama?

Una de las primeras decisiones de Obama fue lanzar un ataque contra Pakistán en el que murieron civiles. ¿Qué derecho tiene a bombardear otro país? Eso es contrario al derecho internacional. Ahora está exportando la guerra del terror a Yemen y otros territorios. Es un presidente que generó una gran esperanza entre los estadounidenses. Debería entender que su camino podría haber sido otro, el de la honestidad. Debería retirarse de Afganistán, pero sin embargo lanza ataques con aviones no tripulados, negocia con los talibanes, legitima a criminales. Al menos Bush tenía al mulá Omar y a Hekmatyar en la lista negra. Obama los ha colocado en la lista blanca y envía más tropas. Es lamentable.

Soldados de EEUU en Afganistán (AP/David Guttenfelder)

-Sabes que España también tiene tropas en tu país….

España debería actuar de manera independiente si desea ser honesta. Debe desligarse de las políticas estadounidenses y retirarse de mi país. ¿Por qué se calla España? La política estadounidense invade de manera ilegal y mata de manera ilegal. ¿Es esa política la que quiere realmente apoyar el presidente español? Yo le digo a Zapatero que tenga el valor de otros presidentes que no apoyan la política exterior estadounidense, una política que ha apoyado a lo largo de décadas a dictadores y corruptos.

-¿De qué otros presidente hablas?

Del presidente Evo Morales, por ejemplo, que es honesto con su pueblo y no se somete a Estados Unidos; en América Latina hay movimientos políticos muy interesantes que demuestran que es viable desvincularse de Washington.

-En tu libro dedicas un capítulo a proponer diferentes acciones de protesta lideradas por la sociedad civil.

Sí, la única esperanza es la sociedad civil. Solo los estadounidenses o los europeos pueden exigir a sus gobiernos que retiren sus tropas de Afganistán, que pidan disculpas por las matanzas de civiles, por las tropelías, por apoyar a criminales, por sembrar caos. En Estados Unidos son admirables los objetores que renuncian al Ejército exponiéndose a penas de cárcel.

-Recientemente se ha conocido el hallazgo en Afganistán de importantes reservas de litio, un mineral muy apreciado en el mercado internacional. ¿Crees que esto afectará de algún modo a la economía afgana?

Afganistán tiene muchas riquezas naturales pero un gobierno y un sistema corruptos. Hay numerosos negocios sucios en los que también están involucradas empresas extranjeras, apoyadas por ciertos gobiernos. Por eso la gente normal no se ve beneficiada; la riqueza en mi país nunca llega a los pobres, que son la inmensa mayoría.

“QUIERO ESCUCHAR TU VOZ”

Cuando Malalai era una niña, su abuela dijo que sería muy feliz si ella visitara su tumba, derramara un poco de agua sobre ella y gritara tres veces.

Esta petición es la que la propia Malalai presenta a sus lectores en las últimas líneas de su libro: “Albergo muchas esperanzas y muchos sueños tanto para mi pais como para mi vida. Quiero permanencer junto a mi pueblo para siempre, quiero vivir para verlos libres. Sin embargo, si muero, y eliges continuar mi camino, seré muy feliz si visitas mi tumba. Derrama un poco de agua sobre ella y grita tres veces. Quiero escuchar tu voz”.

Puede que Malalai no disponga de estrategias viables a corto plazo; puede que tan solo pueda ofrecer palabras e intenciones honestas. Pero lo cierto es que eso, tratándose de Afganistán, es una rareza digna de ser cuidada. Es más de lo que pueden ofrecer la mayor parte de los gobernantes afganos.