Por Carolina Brothers / Herald Tribune, La Nación, 19 de marzo de 2010

El enfoque confrontacional de Malalai Joya la ha convertido en el azote de muchos de los poderes establecidos de su país, especialmente los señores de la guerra. A sus 31 años, ha sobrevivido a por lo menos cuatro intentos de asesinato y hoy sus partidarios esperan que vuelva a la boca del lobo.

A los 27 años Malalai Joya llegó por primera vez al Parlamento. Ahora, a sus 31, espera volver, pero no pretende moderar las denuncias que en el pasado le costaron la expulsión.

La gente que quiere silenciar a Malalai Joya, la más joven política elegida de Afganistán, está haciendo un muy buen trabajo en su país. Ha sido expulsada del Parlamento y se le prohíbe aparecer en los medios afganos tras denunciar el rol de los señores de la guerra en la política.

Es más: ha recibido tantas amenazas de muerte que ahora vive lo que ella llama una vida de fugitiva, cambiándose de casas de seguridad todas las noches bajo la protección de sus guardaespaldas y de su burka.

Pero Joya, de 31 años, sigue hablando y espera lograr un retorno político en las elecciones legislativas programadas para septiembre.

Activista por largo tiempo de la democracia y los derechos de las mujeres, Joya ha sobrevivido a, por lo menos, cuatro intentos de asesinato. “Mi agenda es clara”, dijo el mes pasado, mientras estaba en París para la publicación de sus memorias titulada “Una mujer entre los señores de la guerra”: “Estoy arriesgando mi vida para llevar algún día a estos criminales ante un tribunal”.

Su enfoque confrontacional la ha convertido en el azote de muchos de los poderes establecidos de su país. Pero también ha dividido a quienes podrían considerarse sus aliados. Nader Nadery, jefe de la Comisión afgana independiente de Derechos Humanos, la calificó de “populista” y dijo que “esto no siempre ayuda”.

LIMITACIONES DE LA LEY

Por ley, el 25% de las bancas del Parlamento afgano están reservadas para mujeres. Pero Samira Hamidi, directora en el país del grupo Red de Mujeres Afganas, dijo que temía que problemas de seguridad y una falta de educación puedan bloquear el cumplimiento de esa promesa.

Además, enmiendas previstas a la ley electoral afgana, incluyendo una que estipula que todo escaño vacante se llene, erosionará la representación femenina. Hamidi explicó que “si no conseguimos mujeres de provincias remotas, significará que esos escaños serán ocupados por hombres y eso disminuirá la cantidad de mujeres en el Parlamento”.

Pese a todo, Joya no carece de potenciales plataformas. Partidarios en cinco jurisdicciones le han pedido que las represente. Incluyen Jalalabad, Nimroz, Takhar, Kabul y Farah, la provincia occidental que la envió por primera vez a la Loya Jirga, la asamblea tradicional, que ratificó la Constitución, y luego la eligió al Parlamento, a los 27 años, en 2005.

PELIGROSOS ENEMIGOS

Joya se destacó originalmente en 2003 al denunciar la presencia de los señores de la guerra en la Asamblea en un discurso que fue interrumpido a los 90 segundos. Se la trató de comunista y prostituta, fue acosada y finalmente escoltada fuera del edificio por partidarios y funcionarios de Naciones Unidas, quienes la instalaron en una casa de seguridad. Más tarde esa noche, según relata en sus memorias, vino a buscarla una muchedumbre que la amenazaba con violarla y matarla y que destrozó la habitación que acababa de abandonar.

Su expulsión del Parlamento vino tras sus renovadas críticas contra los señores de la guerra que lo integraban y sus aliados. Su micrófono era desconectado por rutina cada vez que trataba de hablar y diputados le arrojaban botellas de agua y sandalias cuando denunciaba a los que -según ella- eran mujaidines criminales en la Cámara.

Fue finalmente expulsada cuando sus oponentes se aprovecharon de comentarios incendiarios que había hecho en una entrevista de radio, aunque el proceso de expulsión no se atuvo a las normas constitucionales.

CON SEGUIDORES PERO CON POCOS APOYOS

Ahora, mientras prepara su retorno político, Joya dice que preferiría ser candidata por la capital. “La seguridad es mucho mejor en Kabul”, dijo, explicando: “En las áreas del norte, mandan los señores de la guerra y pueden eliminarme fácilmente”.

Aunque obtenga los votos, Joya -cuyos partidarios han aumentado e incluyen grupos de médicos y estudiantes universitarios- dice que podrían no permitirle ganar. “Lo que importa no es quiénes voten sino quiénes cuentan los votos”, dijo.

Al no tener acceso a los medios de comunicación afganos su mensaje “por los derechos de las mujeres, por los derechos humanos, en contra de la injusticia y la ocupación” sólo puede propagarse por teléfono, en reuniones clandestinas en casas de seguridad y mediante una campaña de afiches.

Aparte de los obstáculos lanzados en su camino, algunos dicen que ella ha hecho poco por desarrollar alianzas políticas con otros que comparten su visión de una democracia secular. “Nadie puede cuestionar la valentía de Malalai Joya”, dijo Jonathan Steele, columnista del diario británico The Guardian y ex corresponsal en Afganistán. “Pero necesita ser parte de un movimiento, no sólo una voz”.

Joya replica que ha sido invitada a unirse a algunos de los pocos partidos democráticos de Afganistán, pero que no quiere restringirse a ninguno de ellos.