por Macarena Gutiérrez, La Razón, 25 Octubre 09
Estremece la fuerza con la que Malalai Joya se refiere a «mi pueblo», el afgano. Lo hace con tanto sentimiento de pertenencia, con tal afán de protección, que uno comprende que llegará hasta las últimas consecuencias por defender sus derechos. Con sólo 25 años tuvo el coraje de denunciar a los señores de la guerra en la Loya Jirga (hoy Parlamento). La imagen de esta mujer pequeña, que apenas llegaba al micrófono, apuntando con el dedo a los impasibles diputados sacudió muchas conciencias. Desde aquella proeza, Malalai vive escondida. Cada día duerme en una casa diferente para esquivar a la muerte. Aunque han intentado asesinarla cuatro veces, le da más miedo el silencio de la gente de bien que las amenazas de sus enemigos. Tiene un carisma y una determinación que recuerdan a los líderes que se marchan demasiado pronto.
-¿Cree que será limpia la segunda vuelta electoral en Afganistán tras las denuncias de fraude?
-El ganador será el que elija la Casa Blanca, da igual si es Hamid Karzai o Abdulá Abdulá. No puede haber elecciones justas y democráticas bajo la sombra de la ocupación y el poder de los señores de la guerra, el opio, la corrupción… No importa quién vote, lo que importa es quién cuenta esos votos. Todas las urnas están en manos de las mafias. La celebración de una segunda vuelta sólo servirá para gastar millones y millones de dólares y para derramar más sangre inocente. Abdulá es el candidato de los señores de la guerra y Karzai ha traicionado a mi gente complaciendo a criminales, como Abdul Rashid Dostum, y prometiéndoles cargos en el Gobierno. Han traicionado al pueblo afgano y miles de personas no irán a votar. Ahora han bautizado a los talibanes como «moderados». Eso no existe, sólo se trata del sucio negocio de la política.
-¿Qué le parece el papel de las tropas españolas al oeste de Afganistán?
-Por supuesto que he enviado mi pésame a las familias que han perdido a un hijo en Afganistán, aunque cuando un soldado es asesinado todos los medios de comunicación lo repiten una y otra vez, pero nadie se acuerda de que la sangre de mi gente no es agua. ¿Es que la vida de un extranjero vale más? En Afganistán se están produciendo las peores masacres desde que Obama está en el poder. El pasado mes de mayo murieron 150 civiles, la mayoría mujeres y niños. Usaron bombas de racimo y fósforo blanco contra ellos y dijeron que habían sido los talibán. Esta gente es analfabeta, no sabe qué es el fósforo blanco. Nos bombardean mientras celebramos bodas y luego la Casa Blanca pide perdón. Mi gente está harta de las disculpas, lo que quiere es el fin de la ocupación. ¿Dónde ha ido a parar todo el dinero para el desarrollo? Mi país está en el lugar 180 de una lista de 182 en términos de progreso. El dinero está en el bolsillo de los señores de la guerra.
-¿No sacan nada en claro de la presencia aliada?
-Dicen que la guerra en Afganistán es buena mientras la de Irak es mala. Yo no estoy de acuerdo. La opinión pública española y la estadounidense deben afrontar el hecho de que no hay diferencia entre una ocupación y otra, la guerra siempre es guerra. Llegan a un país pobre y ponen a la gente en peligro siguiendo una estrategia política. En este momento están gastando 80 millones de dólares en construir otro Guantánamo en Afganistán. Y no planean marcharse pronto. La gente que apoya a Karzai, como Dostum, son dictadores vestidos con traje y corbata que hablan de democracia con las manos manchadas de sangre.
-¿Qué debe hacer entonces la comunidad internacional para ayudarles?
-Cuanto antes abandonen Afganistán, mejor para todos. Mejor hoy que mañana. No son honestos con mi gente, apoyan a estos dinosaurios. Antes del once de septiembre los señores de la guerra eran ratoncitos, hoy son lobos. Deben dejar de armar a los señores de la guerra y detener esta guerra contra el terrorismo que mata más civiles que integristas.
-¿Y cómo van a hacer frente al fanatismo talibán si las tropas de la ONU dejan su país?
-La gente no se da cuenta de que ahora estamos atrapados entre dos enemigos. Por un lado, los ocupantes, cuyos bombardeos han acabado ya con la vida de 8.000 civiles frente a 2.000 talibanes. El otro frente es el de los propios talibanes y los señores de la guerra, que acaban de negociar una ley contra las mujeres chiíes para prohibirles salir a la calle sin el permiso de su marido, ni siquiera al médico. Los soldados aliados también son víctimas de la política de sus Gobiernos. Para nosotros sería más fácil luchar contra un enemigo en lugar de dos, porque de lo que no hay duda es de que hay que combatir a los terroristas. No es una tarea fácil, necesitamos ayuda, un soporte educativo digno, ésta es la clave de la emancipación. La democracia nunca llega a través de la guerra.
-¿La situación de la mujer no ha mejorado en nada?
-Es igual de catastrófica ahora que con los talibán.
-¿En qué sentido?
-Hágame caso, en la mayoría de las provincias es un auténtico infierno. Están traicionando a la democracia con la excusa de los derechos de las mujeres, así justifican la ocupación. Dicen que ahora muchas se han liberado del burka y precisamente lo llevan para protegerse, como yo. Desde luego no es el problema más grave que tenemos. Es muy paradójico, pero este asqueroso símbolo de opresión salva vidas.
-¿De qué forma ha cambiado la sociedad afgana desde 2001? ¿No ha madurado?
-Las cosas positivas pesan menos frente a lo que está haciendo el régimen marioneta de Karzai. Han convertido al país en un centro de droga, la producción de opio es infinitamente superior a la de la época de los talibán. Es ridículo. Dicen que han construido colegios para las niñas y luego pasa como en Kandahar, que no pueden salir solas porque las secuestran, las violan, las matan. Sólo ofrecen las cifras que les interesan.
-Usted ha dicho que muchas mujeres se inmolan para escapar del horror.
-Cada mes decenas de mujeres se suicidan porque no aguantan más. Se prenden fuego después de ser violadas porque ven que no hay justicia alguna. La pobreza es tal que hay madres que venden a sus hijos por diez dólares porque no pueden darles de comer, no pueden tolerar sus estómagos vacíos. Y, mientras, estos últimos ocho años el Gobierno ha recibido 36.000 millones de dólares en ayudas. Diez millones de afganos viven con menos de dos dólares al día. ¿Por qué no tiene mi gente suficientes alimentos para comer? ¿Por qué no tienen seguridad? ¿Por qué tendrían que ir a votar?
-¿No ha pensado en marcharse?
-No les bastó con echarme del Parlamento hace dos años, tenían que amenazarme de muerte. No puedo vivir con mi familia, que es del oeste, para no ponerles en peligro, así que tengo que estar en Kabul. Pero no me marcharé porque no soy mejor que mi gente.
-¿Se merece Obama el Premio Nobel de la Paz?
-Es una burla, le han dado el premio al presidente de la guerra. ¿Qué ha hecho en estos últimos nueve meses en Irak, Afganistán y Pakistán? Dárselo a él es insultar a la paz, a tanta gente que se está jugando la vida todos los días. Se me ocurren otros muchos que se merecen el galardón.
-¿A qué otras mujeres admira usted? ¿En quién se inspira?
– En muchas. Algunas son heroínas anónimas que han perdido la vida. Como dice la escritora iraní Samad Behrangi, es posible que la muerte me alcance fácilmente, pero yo no seré quien vaya a su encuentro. Si es inevitable que muera, desde luego eso será lo de menos. Lo importante es el efecto que mi vida haya causado en otros. No temo a la muerte, me he enfrentado a ella varias veces, sé lo que significa. Lo que me da miedo es el silencio. El hecho de que la buena gente calle ante la injusticia es mucho peor que las acciones de la mala gente. Hay que levantar la voz.
-¿No temen una guerra civil?
-Los medios siempre hablan de ello, pero nadie lo hace de la guerra civil que se está librando ahora.
-Supongo que no votará el día siete de noviembre…
-No, porque creo en la democracia. Mi pueblo se la merece.
-¿Por qué no se ha presentado?
-Sabía que el ganador será elegido por la Casa Blanca y no quiero malgastar mi tiempo.
«Mi crimen es decir la verdad. Por eso quieren matarme» por decir la verdad»
-¿Qué edad tiene usted, Malalai?
-31.
-¿Y cómo se las apaña para vivir bajo esta enorme presión?
-Mi vida es un ejemplo claro de la falta de democracia. En 1998, con los talibán en el poder, trabajaba como profesora. Era arriesgado, tenía que llevar burka, pero es que ahora, como activista, ni siquiera mis guardaespaldas pueden garantizar que siga viva ni evitar las amenazas que recibo. No puedo tener oficina, duermo en una casa cada noche, llevo ropa prestada, estoy prohibida en los medios de comunicación, no me dejan reunirme con nadie…
-¿Cómo compagina su activismo con su vida personal?
-Estoy casada. Tengo un marido que me quiere y me apoya, pero sólo puedo verlo de vez en cuando. Desde luego mi vida no tiene nada de normal. Estoy dispuesta a hacer cualquier sacrificio por mi país, sobre todo por las mujeres. Por eso quieren eliminarme. Soy una mujer que no se compromete con ningún grupo, les he quitado la careta, he contado la verdad. Éste es mi crimen.
-¿No se plantea tener hijos?
-Ni pienso en ello. ¿Sabe cuántos huérfanos hay en mi país? Son niños que no viven como seres humanos, no tienen siquiera comida.
-¿Cuándo vuelve a Kabul?
-Estaré un mes fuera. Viajo sola porque tengo que costeármelo todo y no tengo nada. Llevo dos años sin cobrar mi sueldo de parlamentaria. Mi marido ha tenido que dejar sus estudios y buscar un empleo.