por Dominique Bari, VoltaireNet.org, 12 de Abril de 2010
La joven diputada afgana Malalai Joya fue excluida del parlamento por haber denunciado la injerencia de las potencias extranjeras y las violaciones de los derechos de las mujeres que se cometen bajo la ocupación.
Malalai Joya es una mujer disgustada. Más que disgustada, furiosa por la guerra que la coalición internacional mantiene en su país, Afganistán; furiosa por las bombas de la OTAN que matan civiles en las aldeas; furiosa contra el llamado a la reconciliación con los talibanes y con los señores de la guerra. «¡Pongan fin a las masacres en mi país, ordenen la retirada de las tropas extranjeras para que se detenga la talibanización!», exige la joven diputada afgana a la opinión pública de los países occidentales.
Dominique Bari: La conferencia de Londres, celebrada a finales de enero, oficializó una negociación con los dirigentes del antiguo régimen talibán. ¿Qué puede suceder ahora?
Malalai Joya: Millones de afganos se están muriendo de hambre, pero al régimen de Karzai le prometieron millones de dólares para que los insurgentes depongan las armas. Eso conducirá a la rehabilitación de los talibanes, quienes tomarán el control de la Loya Jirga, la asamblea de ancianos y de representantes de las tribus que debe reunirse próximamente.
¿Es que alguien realmente cree que se puede instaurar la democracia con esos reaccionarios? Pero los talibanes no son los únicos integristas. Cuando Estados Unidos y sus aliados derrocaron el régimen del mullah Omar, lo que hicieron fue reemplazarlo por otros fundamentalistas, por señores de la guerra vinculados a la Alianza del Norte, que dirigía Masud. Ese grupo es similar al talibán en materia de creencias.
En los últimos años se han adoptado una serie de leyes y una serie de decisiones judiciales verdaderamente escandalosas. Con el pretexto de la reconciliación nacional se ha concedido inmunidad a los señores de la guerra y a otros conocidos criminales de guerra, muchos de los cuales son ahora miembros del parlamento, están en los ministerios, en la administración judicial y son todos unos corruptos.
Y ahora resulta que hasta la propia ONU borra de su «lista negra» los nombres de los ex dirigentes talibanes. ¿Acaso puede construirse el porvenir de un pueblo con ese tipo de acciones? A no ser que pretendan hacerle creer que el símbolo de las bondades del progreso occidental es la fábrica de Coca Cola inaugurada en las afueras de Kabul, en este país pobre donde el agua es un recurso inestimable…
Dominique Bari: Usted fue electa para formar parte del parlamento en 2005. Pero fue expulsada al cabo de 18 meses. ¿Por qué?
Malalai Joya: Durante la ceremonia de apertura de la sesión parlamentaria, yo presenté «mis condolencias al pueblo afgano», cosa que no les gustó a muchos diputados, quienes se quejaron de que aquello era una ofensa para ellos. Fueron esos señores de la guerra quienes pidieron mi exclusión.
Yo había recordado que ellos habían saqueado Kabul durante la guerra civil que se desarrolló de 1992 a 1996 y que ellos era responsables por la muerte de decenas de miles de personas. Yo dije que debían ser llevados a los tribunales internacionales. Yo denuncié la corrupción, alimentada por los miles de millones que desembolsó la comunidad internacional en nombre de la reconstrucción.
Rápidamente llegó un momento en que ni siquiera me dejaban hablar. Me desconectaban el micrófono cuando yo pedía la palabra y yo tenía que hablar a gritos [mientras me gritaban] insultos y amenazas. Algunos diputados, hombres y mujeres, me defendieron, pero eran pocos. Me acusaron de comunista y de infiel, que son para ellos los máximos insultos. En una entrevista de televisión, yo acabé por comparar el parlamento con un zoológico. ¡Peor que un establo, donde los animales por lo menos sirven para algo!
Dominique Bari: ¿De qué servirán las tropas de refuerzo que anunció Obama?
Malalai Joya: El objetivo de la guerra no era implantar la democracia y la justicia ni arrancar de raíz los grupos terroristas. Para lo que ha servido es para dar un carácter permanente a la ocupación, para instalar bases militares y para mantener bajo control una región que cuenta con grandes recursos naturales. Obama es igual que Bush, incluso peor porque está intensificando la guerra y extendiéndola a Pakistán.
El gobierno americano mantiene una situación peligrosa para mantenerse más tiempo en Afganistán y vigilar así más fácilmente a los países vecinos, como Irán, Pakistán, Rusia y Uzbekistán. Si Obama no retira sus soldados habrá más sangre y más desastres. Mire los bombardeos de la OTAN. En mi provincia de Farah, en mayo (de 2009. NdlR.), resultaron muertos más de 150 civiles.
Esa masacre es para el mundo una pequeña muestra de los horrores que nuestro está enfrentando. Pero ¿quiere realmente el mundo ver esos horrores? Yo organicé una conferencia de prensa y un hombre de la aldea de Geranai, atenazado por el dolor, vino a contar cómo él mismo había perdido 20 miembros de su familia la masacre. ¿No es posible que ese hombre se sienta impulsado, al igual que otros jóvenes, a unirse a los insurgentes, aunque sean integristas?
Dominique Bari: El destino trazado para la mujeres bajo el régimen de los talibanes había acabado conmoviendo a la opinión pública internacional. ¿Cuál es la situación [de las mujeres afganas] hoy en día?
Malalai Joya: La Constitución afgana contiene varias cláusulas sobre los derechos de las mujeres. Yo fui una de las numerosas delegadas a la Loya Jirga de 2003 que luchamos fuertemente por la inclusión de esas disposiciones. Pero [esa Constitución] está marcada por la fuerte influencia de los fundamentalistas con quienes Karzai y Occidente han llegado a compromisos.
La Constitución proclama la igualdad entre hombres y mujeres, pero el país se rige por la sharia. La supuesta democracia de la Constitución oficial se viola sistemáticamente. Sólo sirve de vitrina para atraer el dinero de la ayuda internacional, que generalmente acaba siendo malversado. Afganistán es actualmente un país donde las mujeres, a veces niñas de 14 o 15 años, que huyen del domicilio conyugal a causa de la extrema violencia son consideradas criminales y se les encarcela.
Es verdad que se ha producido un regreso de las niñas a las escuelas, pero las cifras no incluyen a las que se ven obligadas a abandonarla debido a las amenazas contra su seguridad y las presiones a las que se ven sometidas por parte de sus familias para que se casen. El suicidio se ha convertido en el último recurso de las muchachas desesperadas, quienes tienen conciencia de las alternativas pero también saben que nunca tendrán derecho a ellas.
Dominique Bari: Precisamente, ¿cuáles son esas alternativas?
Malalai Joya: Todas las tropas extranjeras deben irse y las milicias de los señores de la guerra deben ser desmanteladas. La democracia no puede ser instaurada por una ocupación que no hace más que extender y fortalecer la talibanización de mi país. Y es mi pueblo quien está sufriendo las consecuencias.
Si Estados Unidos y las tropas de la OTAN que ocupan nuestro país no salen de Afganistán en un plazo razonable, tendrán que enfrentar una resistencia cada vez más grande de parte de los afganos. Los gobiernos occidentales se niegan a ver voluntariamente que la gente está luchando por la reconstrucción de su país en condiciones de paz y de seguridad.
Partidos y asociaciones democráticas luchan a menudo desde la clandestinidad. No olvidemos que la Constitución prohíbe la existencia de partidos laicos no basados en el Corán. Las manifestaciones estudiantiles contra los recientes bombardeos, al igual que las protestas de cientos de mujeres, que se produjeron el mes pasado en Kabul, muestran al mundo el camino hacia una verdadera democracia en Afganistán.
Hay muchos héroes y heroínas desconocidos. Y están luchando en sus ciudades y aldeas. ¿Por qué ningún dirigente occidental quiere reconocer ni siquiera la existencia misma de una fuerza progresista emergente que puede desempeñar un verdadero papel?
Yo no pierdo las esperanzas. Necesitamos la ayuda de la opinión pública en los países occidentales y, a través de mis viajes, me doy cuenta de que están moviéndose. Ha habido manifestaciones contra el envío de refuerzos, ya nadie cree en la «guerra justa». Hay que aumentar la presión para obligar a los gobiernos belicistas a ceder.