Núria Vilà, August 27, 2023
Malalai Joya (Farah, 1978) solo había vivido cuatro días cuando, en abril de 1978, un grupo de militares entrenados por la Unión Soviética dieron un golpe de estado que llevaría poco después a la URSS a invadir Afganistán. Quizá aquello fue solo una premonición de lo que marcaría una vida de lucha por los derechos humanos en su país: de ser maestra en escuelas clandestinas durante el primer gobierno de los talibanes en los años 90, hasta cuando, en agosto de 2021 con el regreso al poder de los fundamentalistas, tuvo que huir de Afganistán debido a las amenazas de muerte.
Hubo un momento que la hizo mundialmente famosa. En 2003, con tan solo 25 años, atrajo la atención internacional durante un discurso ante la Loya Jirga (la gran asamblea afgana) al denunciar la presencia en el gobierno de criminales y señores de la guerra. Después de aquello sufrió varios intentos de asesinato y tuvo que vivir en la clandestinidad para esquivar las amenazas de los fundamentalistas.
Aunque quiso quedarse en Afganistán, su entorno la convenció que era mejor seguir luchando en el exilio. Ahora reside en Cataluña, desde donde sigue apoyando el derecho de las niñas afganas a la escolarización. Quedamos con ella un mediodía de verano en Barcelona, cuando sale de clase de castellano.
Naciste en los inicios de la invasión soviética de Afganistán, ¿cómo recuerdas tu infancia?
Llamo a mi generación la generación de la guerra, la generación de las víctimas. Durante toda mi vida he visto derramamiento de sangre, desplazamiento, guerra, ocupación, violaciones de los derechos humanos… así que cuando tenía 4 años salí del país con mi familia. Fuimos a Irán porque vivíamos cerca de su frontera, en Farah, en la zona oeste de Afganistán. Hemos sufrido, como otros muchos millones de afganos, la pobreza, la miseria y la discriminación de un campo de refugiados. En Irán no había escuelas para las niñas afganas, así que al cumplir los 7 años nos trasladamos a Paquistán. En 1998 comencé la universidad, que compaginaba con mi trabajo de profesora en cursos de alfabetización para mujeres que no sabían leer ni escribir. Tengo una carpeta llena de cartas que me escribieron esas mismas mujeres; es uno de los mejores recuerdos de mi vida. Poco más tarde regresé a Afganistán gracias a una oenegé que me propuso ser maestra clandestina para niñas y mujeres durante el primer gobierno de los talibanes.
¿Cómo fue el recuentro con tu país bajo el yugo de los talibanes?
Vine con toda la familia. Me ponía el burka para esconder los libros que utilizaba en clase. Tengo recuerdos malos y buenos. Los talibanes me seguían con sus coches y entonces yo me escondía en casa de los vecinos y ellos me ofrecían a un hombre de su familia para que me acompañara a casa. Siempre fueron muy amables.
¿Cómo vivía tu familia los riesgos que entrañaba tu trabajo?
Crecí en una familia muy progresista y secular. Mis hermanos y hermanas eran activistas y siempre me apoyaron. Mi padre era famoso por ser parte de la resistencia, incluso estuvo 16 meses en prisión. Fui afortunada de que tanto él como mi madre creyeran en el poder de la educación y de los derechos humanos.
Tienes 45 años, un tiempo en el que tu país no ha conocido la paz. Siempre has sido muy crítica con todos los actores que han intervenido en las sucesivas guerras y conflictos.
Tenía 4 días de vida cuando la URSS invadió Afganistán, luego una guerra civil, después los talibanes, más tarde otra guerra y ahora nuevamente los talibanes. El conflicto perdura y la historia se repite para la generación de mi hijo y de los jóvenes afganos. Los potencias occidentales no han hecho más que empeorar la situación, con su apoyo a gobiernos títeres, corruptos, extremistas y misóginos. A occidente solo le interesaba la posición estratégica de Afganistán, en el corazón de Asia. Desde aquí tienen fácil acceso al gas, al petróleo y a las minas de las repúblicas centroasiáticas. Lo han saqueado todo en nombre de los derechos humanos y la ayuda humanitaria.
Los potencias occidentales no han hecho más que empeorar la situación, con su apoyo a gobiernos títeres, corruptos, extremistas y misóginos
Escuchándote parece que Afganistán está condenada al fracaso, pero no siempre ha sido así.
Tuvimos una historia potente. Por ejemplo, en la época de Amanulá Kan, cuando consiguió liberarnos de los británicos. Prohibió la poligamia e impulsó la escolarización de las mujeres, que incluso podían ir a Turquía o a Europa para estudiar la secundaria. La esposa de Amanulá Kan aparecía en público sin llevar el velo. Pero los británicos apoyaron a los extremistas y consiguieron derrocarle del poder. Amanulá Kan vive en los corazones de los afganos como una página de luz en la historia de Afganistán y demuestra que no somos una sociedad que desprecia a las mujeres.
En el año 2007, cuando eras diputada, diste un impresionante discurso ante la Loya Jirga, la gran asamblea tradicional afgana, contra los señores de la guerra. ¿Cómo lo viviste?
Aquel día había presencia de organismos internacionales y pensé que era la mejor oportunidad para exponer este discurso. Odiaba a los señores de la guerra, pero nadie en el parlamento hablaba de ellos ni del derramamiento de sangre que provocaban. Me preparé para dar un discurso largo, aunque no fue díficil porque era la verdad y la verdad viene sola. Finalmente me echaron y una señora que había trabajado en la ONU y que por entonces actuaba como representante de los Estados Unidos encendió una televisión y me enseñó la CNN, la BBC… ahí estaba yo, en todos lados. “¡Mira, has sacudido al mundo!”, me dijo. Pero no fue suficiente porque nadie me hizo caso. Desde entonces mi vida ha estado amenazada, pero nunca he pedido perdón. Han intentado asesinarme y he tenido que cambiar varias veces. Tenía que vivir lejos de mi familia para protegerles, incluso de mi hijo. Hice todos esos sacrificios porque creo en esta lucha, creo en mi gente y creo que algún día ganaremos porque somos nosotras quienes tenemos la verdad. Dije que la paz de la que hablaban en las conversaciones de Doha (entre EEUU y los talibanes, que llevaron al poder de nuevo a los fundamentalistas) eran más peligrosas que la guerra. Queremos justicia, porque sin justicia, la paz no sirve de nada.
Viviste en el anterior régimen talibán y tuviste que huir en agosto de 2021 cuando volvieron al poder. ¿Cómo pueden compararse las dos etapas de su gobierno? ¿Crees que los talibanes han cambiado en algo?
Su naturaleza no ha cambiado. Golpean con látigos .y realizan lapidaciones públicas. Han privado a las mujeres de sus derechos y han asesinado a muchos activistas. Yo tengo que estar en el exilio, porque ahora todo el mundo me conoce y ya no puedo volver a ser maestra, ni siquiera en la clandestinidad.
Pero quienes sí habrán cambiado son los afganos. ¿Cómo ha vivido la población el regreso al régimen talibán?
La población afgana no es la misma que hace 20 años. Si algo positivo ha tenido esta burla a la democracia (se refiere a los gobiernos afganos respaldados por los EE.UU. tras el 11S) fue la llegada de las nuevas tecnologías y su impacto en las generaciones más jóvenes. Los extremistas en las mezquitas estaban muy preocupados por este asunto. Mira la lucha de las mujeres jóvenes, que resisten a pesar de las penas de prisión y las torturas que sufren. Sin embargo, otros muchas se han suicidado tras el regreso de los talibanes porque no podían soportar la pobreza, la inseguridad y la falta de oportunidades. Han privado a las mujeres de sus derechos más básicos. No pueden ir al colegio ni al parque ni a los gimnasios. Muchas de ellas son viudas y se han quedado sin trabajo ¿cómo sobrevivirán? Los talibanes quieren un país atrasado, con una población sin educar porque así es más fácil restringir, imponer y controlar.
¿Cómo resistir frente a ello?
La única solución es crear conciencia, mantenernos unidos, luchar y resistir. Como dice un conocido proverbio: la lucha es la cura para todos los dolores. Tenemos que seguir peleando, dentro y fuera de nuestras fronteras, y tenemos que hacerlo nosotros, porque ningún país extranjero se va a preocupar por nuestros derechos. Lo experimentamos con los rusos, con los británicos, con EE.UU., con la OTAN y con los países vecinos. Nadie ha sido honesto con el pueblo afgano. Ahora está sucediendo en Irán y por eso les dije a los iraníes que están luchando contra el régimen fascista que nunca esperan nada de un país extranjero. Lo único que hará EE.UU. sera empujarles al fuego. Lo hicieron en Afganistán, en Siria, en Libia, en Yemen, en Palestina y ahora lo están haciendo en Ucrania.
Ningún país extranjero se va a preocupar por nuestros derechos. Lo experimentamos con los rusos, con los británicos, con EE.UU., con la OTAN y con los países vecinos. Nadie ha sido honesto con el pueblo afgano
En agosto de 2021, cuando los talibanes conquistaron Kabul, los fundamentalistas fueron a buscarte a tu casa para matarte. ¿Cómo recuerdas aquella huida hasta llegar a España?
(Malalai Joya se emociona al recordar cómo salió del país hace dos años, escondida bajo un burka, a través del aeropuerto de Kabul, en uno de los últimos vuelos que salieron en la retirada occidental)
Fue horrible. No lo olvidaré en mi vida. Muchas veces morimos y volvemos a la vida. Yo no quería irme de mi país, pero de lo contrario me habrían asesinado. Soy feliz por haber salvado mi vida, la de mi familia y la de toda la gente que pude. Mi voz es la de aquellos que no la tienen en Afganistán, especialmente de las mujeres. Ser refugiada es otra tragedia. Estoy aquí físicamente, pero mi mente está en Afganistán, con mi gente. Ahora busco la manera de ser profesora y enseñar a través de internet.
Si alguien que lea esta entrevista quiere ayudar al pueblo afgano, ¿cómo puede hacerlo?
Ayudando a las escuelas clandestinas que permanacen en Afganistán. Trabajo con un comité que está abriendo nuevos colegios, a salvo de los talibanes. Cualquiera que quiera ayudarnos puede contacar conmigo. Ese es mi mensaje: apóyennos en la educación.
Puedes contactar con Malalai Joya a través de correo electrónico: mj.joya@outlook.com