Manuel Navarro Escobedo, Prensa Latina (Cuba), 30 de octubre de 2009
La Habana, (PL) Una conocida diputada, Malalai Joya, manifestó estar convencida de que Afganistán sólo puede ser liberada por su propio pueblo, en una abierta referencia a la ocupación de Estados Unidos y la OTAN.
Esa formulación de Joya, expulsada de la Wolesi Jirga afgana (Parlamento) por denunciar a los señores de la guerra, siguió a la entrega en Madrid del Premio español Juan María Bandrés, recibido como estímulo para seguir luchando por los derechos de su pueblo.
La joven de 29 años, electa por la provincia de Farah, aseguró que nada podrá silenciar ni detener su trabajo por la democracia en Afganistán, pese a haber sufrido cuatro intentos de asesinato, amenazas de muerte, insultos y agresiones físicas.
Pertenezco a una tierra en guerra durante 30 años, donde, durante todo ese tiempo se ha privado de derechos a las mujeres y Afganistán continúa siendo un país de tragedias en la que se sigue sacrificando al pueblo, aseguró.
Pero, ¿quién es Joya y por qué acusó de criminales y narcotraficantes a varios integrantes de la Wolesi Jirga (Asamblea Nacional) de Afganistán?.
Esa denuncia, presentada ante los restantes 248 diputados durante una sesión en Kabul, causó tumulto y furor entre los implicados, aunque sin que ella mencionara sus nombres.
Joya sólo reiteró en el plenario que algunos de sus pares habían pertenecido en el pasado a grupos armados al servicio de señores de la guerra y que por ello no merecían fungir como legisladores.
”Hay dos tipos de mujaidines en el país: uno que luchó por la independencia, y a ellos los respeto, y otro destruyó al país y causó 60 mil muertes”, consideró.
Precisamente, la joven afgana obtuvo fama debido a que se atrevió a criticar abiertamente en el transcurso de la reunión de la Gran Asamblea Constitucional (Loya Jirga) del 2003, a los caudillos (señores de la guerra) de violar los derechos humanos y arruinar a Afganistán.
En esa sesión, los considerados eruditos y estudiosos del Corán junto a representantes provinciales aprobaban para Afganistán un sistema presidencial al estilo de Estados Unidos, en el cual la población NO elige.
Varios de esos aludidos la insultaron, le lanzaron botellas de plástico y la amenazaron de muerte.
Un grupo de legisladores moderados formó un cordón de seguridad alrededor de ella, que resultó ilesa.
Joya afirmó que las amenazas no la amedrentarán: ”Que me maten, que me corten el cuello, nunca dejaré de denunciar a los criminales y a los narcotraficantes. Y no me detendré hasta sus enjuiciamientos por los crímenes perpetrados en el pasado”.
Otra legisladora, Shukari Barikzai, afirmó a la prensa que el discurso de Joya ante la cámara resultó moderado y tranquilo, y, que, sin embargo, la atacaron.
Narró que una diputada le haló el cabello a otra en medio del alboroto.
“Este tipo de situación nos deja preocupados por el futuro del Parlamento”, aseguró Barikzai, y observó “Me siento muy mal por la manera como la trataron. Fue un día triste. Todas las legisladoras están molestas”.
¿Pero, quiénes integran la Wolesi Jirga?.
El ente legislativo agrupa a ex líderes de los mujaidines, grandes caudillos religiosos y militares, remanentes de las antiguas administraciones de Kabul, miembros del Talibán, tecnócratas, mujeres y otros segmentos sociales.
Así tenemos que, reunir a esos disímiles componentes de las diferentes tendencias representa problemático, complicado y tumultuoso.
Todos los remanentes de los grupos citados, ya sean en ejercicio de sus funciones, disueltos o proscritos por la ley, intervinieron en el desastroso cuarto de siglo de lucha civil, combatieron cruelmente entre sí, y facilitaron la invasión y ocupación de Estados Unidos, en octubre del 2001.
Muchos se preguntan ¿cómo es posible que el comandante del Talibán Mulá Rocketi, el ex líder de la Alianza Norteña Yunus Qanooni, el general Noorul Haq Alomi y el tecnócrata Qayum Karzai se sienten en la misma Cámara y aprueben un proyecto por unanimidad?
La respuesta es fácil. Un gran número de esos elementos se comprometió con el proceso para cuidar sus intereses creados durante décadas, beneficiarse de la situación imperante, continuar su dominación de la sociedad, y, lo más importante, mantener inmunidad parlamentaria.
En esa situación figura el Mulá Abdul Salam Rocketi, quien debe su último nombre al uso de las granadas propulsadas por cohete para derribar helicópteros cuando era uno de los comandantes del Talibán en la década pasada.
Qannoni, por su parte, fue uno de los jefes políticos de la Alianza del Norte, que respaldó a las tropas militares del Pentágono a derrotar a los talibanes del Mulá Mohamed Omar.
Ellos dos juntos con los líderes de la minoría hazara, Hajji Mohamad Mohaqiq y Abdul Rasoul Sayyaf están entre los acusados de violencias sistemáticas de los derechos humanos, incluidos el secuestro y matanza arbitraria de sus rivales durante la guerra civil.
Por eso, activistas y defensores de derechos humanos reclaman desde hace casi ocho años que esos diputados y sus asociados sean enjuiciados por tribunales internacionales.
Y, aunque parezca increíble, entre esos legisladores figura en la jefatura Burhannudin Rabbani, antiguo presidente del país sacado por los talibanes y hoy un gran sostenedor de la administración de Hamid Karzai.
De lo cual, se puede deducir que la Asamblea Nacional respaldada por la ocupación de Estados Unidos es sui generis dada su composición lo cual debe afectar su desempeño por las pasadas rivalidades de los diversos grupos afganos. (*) El autor es Jefe de la Redacción Asia de Prensa Latina y ex corresponsal en China, Corea, Japón, India y Vietnam.