Robert Dreyfuss, The Nation, 14 abril 2011
Traducción: Javier Villate

Joya quiere que las tropas de EEUU y la OTAN se vayan inmediatamente del país.

No hay una línea recta entre las revueltas que sacuden al mundo árabe e Irán y la situación, mucho más difícil, de Afganistán. Devastado por tres décadas de guerra, ocupado por Estados Unidos y la OTAN, y gobernado por corruptos señores de la guerra y políticos sin escrúpulos, los revolucionarios y activistas democráticos de Afganistán se enfrentan con un desafío adicional: a diferencia de Egipto, por ejemplo, aquí no existe una cultura internauta de Facebook, Twitter y otras redes sociales, y en muchas áreas ni siquiera existe electricidad ni aparatos electrónicos.

Pero eso no ha detenido a Malalai Joya.

Ayer pasé el día con Malalai en el sur de Maryland, donde tenía que dar una charla en el St. Mary’s College. Es una mujer muy joven, activista, culta, se refugió en Pakistán en los años 90, donde trabajó en escuelas de la RAWA, la Asociación Revolucionaria de Mujeres de Afganistán. Fue maestra en escuelas clandestinas en Afganistán durante la era talibán y organizó clínicas gratuitas y un orfanato en la provincia de Farah, su hogar. En 2003, a los 25 años, fue noticia en los medios de todo el mundo cuando denunció en un consejo nacional no solo a los talibanes, sino también a los señores de la guerra que habían tomado el control del país con la ayuda de Estados Unidos. En 2005 fue elegida al parlamento afgano, dominado entonces, como ahora, por ultraconservadores, señores de la guerra y políticos corruptos, pero dos años más tarde fue suspendida de su cargo por sus críticas del parlamento y el gobierno afganos. Desde entonces ha vivido medio oculta y ha sobrevivido a varios intentos de asesinato. En 2010, fue nombrada por la revista Time una de las Cien personas más influyentes del mundo.

Joya quiere que las tropas de EEUU y la OTAN se vayan inmediatamente del país. “Deberían irse —dice—. La futura guerra civil no será más peligrosa que la guerra civil actual”. Se opone frontalmente a los talibanes, pero también se opone a los bandidos que dirigen la vieja Alianza del Norte y sus aliados, que fueron apoyados por EEUU en 2001, y al presidente Karzai.

En estos momentos está realizando una gira por Estados Unidos, en parte para promocionar un nuevo libro, A Woman Among Warlords. Su viaje ha sido interrumpido porque, inicialmente, el Departamento de Estado rehusó otorgarle un visado después de que les dijera que estaba en la clandestinidad y desempleada en Afganistán, decisión que solo fue revertida tras las protestas desatadas en todo el mundo. “Sabemos muy bien quién es usted”, recuerda que le dijo un funcionario de la embajada.

Decir que las circunstancias bajo las que Joya se organiza en Afganistán son difíciles es un eufemismo. Los medios de comunicación están casi todos controlados por el gobierno y sus aliados. En cuanto a internet, dice: “Quienes tienen acceso, este es muy muy limitado. Solamente un dos por ciento de los afganos tiene acceso a Facebook y Twitter, y son mayoritariamente médicos y gente así”. El gobierno de Karzai está irremediablemente corrompido y se está inclinando hacia los talibanes. Algo parecido sucede con el parlamento. “Puedes contar con los dedos de una mano el número de parlamentarios que defienden la democracia”, dice. Y aunque hay unos pocos partidos y ONGs en Afganistán que son progresistas —lo que significa, con sus palabras, “antifundamentalistas y partidarios de la democracia”—, están mal organizados y, en su mayoría, en la clandestinidad o marginados políticamente. Menciona a la RAWA, el Partido Solidaridad de Afganistán, la Organización para la Promoción de las Capacidades de las Mujeres Afganas y algunos más.

Malalai Joya at Willamette University on Apr.3, 2011 (Photo by Greg Zurbrugg)

A pesar de las casi imposibles condiciones en que vive, Joya dice: “Tenemos dos opciones. Sentarnos en silencio o luchar. Pero yo estoy viva. No esperaba estarlo”. No obstante, no puede viajar por Afganistán, no puede visitar las provincias. En Kabul, por su seguridad, cambia constantemente de casa.

En su charla del St. Mary’s, a la que asistieron un centenar de atentos estudiantes, Malalai expuso sus opiniones sobre la guerra. Es pequeñita y tiene que estirarse para alcanzar el micrófono, con su cabello largo y castaño, y unos ojos marrones vivos y decididos. Viste un traje pantalón oscuro, un pañuelo de color rosa brillante y, como es fácil imaginar, la cabeza descubierta. A veces, su voz, que transmite una ira controlada, se eleva hasta casi gritar, mientras la audiencia de hombres y mujeres jóvenes casi parece sobresaltarse. Después, los asistentes hicieron varias preguntas bien articuladas y razonadas, que mostraron que habían entendido el mensaje.

“En mi país, el resultado de la política exterior de Barack Obama es más masacres”, dice. Desde 2001, EEUU “ha cogido la sartén por el mango” en Afganistán y ante quienes argumentan que sus tropas deben permanecer en el país para evitar que las mujeres sean víctimas de los talibanes y otros islamistas conservadores, Joya dice: “La guerra nunca ayudará a las mujeres afganas”.

Joya no quiere oír hablar de la necesidad de que EEUU y Karzai negocien un acuerdo político con los talibanes para acabar con la guerra. Los talibanes, dice, fueron creados y apoyados por EEUU y sus aliados de Arabia Saudí y Pakistán, y Washington bien podría aceptar otra vez un régimen dirigido o influenciado por los talibanes, si tal cosa coincide con los intereses norteamericanos. Además, añade Joya, hay muy poca o ninguna diferencia entre los talibanes y sus enemigos tayikos y uzbekos de la Alianza del Norte, cuyos líderes fueron responsables de algunas de las más sangrientas atrocidades de la guerra civil a comienzos de los 90. Y Joya se opone vehementemente al Islam político de los talibanes o de los señores de la guerra, que “mezcla Islam y política, y lo utiliza contra el pueblo”.

Joya está comprometida con una larga lucha. Sus aliados, dice, son las personas inocentes de Afganistán que odian a los talibanes y a sus enemigos del gobierno. “Las mujeres que han sido violadas, las personas que no tienen para comer, la gente que es bombardeada por EEUU y la OTAN, ellos son mis héroes”, dice.